¿Primeros textos de la lengua castellana en Congosto?
Según Manuel Díaz y Díaz, eminente filólogo y escritor medievalista los primeros textos de la lengua castellana se llaman Glosas.
El texto latino de las glosas emilianenses pudo copiarse en el monasterio de San Cosme y San Damián (Congosto), por el monje medieval Munnio a finales del siglo IX o comienzos del X, quien ensamblo las dos partes de que consta hoy el códice, añadió algunos contenidos más y, muy probablemente, las glosas y comentarios marginales. De aquí debió de ser trasladado a San Millán de la Cogolla.
En el Monasterio de San Millán, se encontraron las llamadas Glosas Emilianenses -que son el primer texto escrito en castellano- todas parecen estar escritas por la misma mano.
Almanzor en el año 1002 antes de ponerse malo y morir arraso este monasterio y tardo años en recuperar la pujanza. Así que es posible que se escribieran en otro monasterio y que luego el texto fuera trasladado allí.
La España cristiana. El romance primitivo
Escrito por Mª. Ángeles García Aranda
Primeros testimonios romances
Los primeros textos romances de los que tenemos noticia son la Nodizia de kesos, catálogo de una despensa monacal, compuesto a mediados del s. X y un documento notarial de 1.050 conocido como la Particigón que feci Senigor Sango Garcece.
Los textos notariales nos ofrecen interesantes datos para conocer el romance primitivo, pues “si bien pretenden emplear el latín, insertan por descuido, ignorancia o necesidad de hacerse entender, formar, voces y construcciones en lengua vulgar. A veces el revestimiento latino es muy ligero, y los textos resultan doblemente valiosos” (R. Lapesa 1980: 161-162). Ahora bien los documentos de la etapa de orígenes más conocidos, más interesantes y mejor analizados son, sin duda alguna, los que contienen glosas, procedentes de los monasterios de Santo Domingo de Silos, o Glosas silenses, y de San Millán de la Cogolla, o Glosas Emilianenses.
Tanto las Glosas emilianenses como las Glosas silenses son anotaciones a textos latinos utilizados en el desarrollo de la liturgia que debieron surgir cuando los monjes de estos monasterios se tropezaron con voces y frases escritas en latín, cuyo significado no entendías y que tradujeron al margen a su lengua materna. Pero, unas y otras se compusieron en diferente zona, en diferente fecha y por distintas manos, lo que obliga a tratarlas por separado.
Las glosas emilianenses
Las glosas emilianenses debieron componerse, por razones palográficas, en el s. XI, retrasando así la fecha que había propuesto Ramón Menéndez Pidal, a mediados del s. X.
El códice en el que aparecen está integrado por diferentes textos (según Díaz y Díaz, 1.996 y Ruiz Asencio, 1.993, hay pasajes de Pascasio de Dume, de Pelagio, de Martín de Braga, oraciones de San Cosme y San Damián, varios sermones atribuido a San Agustín y una versión de las Homilías Toledanas), todos ellos glosados, compuestos a finales del s. IX o comienzos del X, y posteriormente (finales del s. X – comienzos del XI) copiados por el monje Munnio, quien ensambló las dos partes de que consta hoy el códice, añadió algunos contenidos más y, muy probablemente, las glosas y comentarios marginales.
Manuel Díaz y Días ofrece varias localizaciones en que el texto latino de las Glosas pudo copiarse, a saber, Viguera (Logroño), Ordejón, Congosto (Burgos) o Leyre (Navarra). De cualquiera de estos monasterios debió trasladarse a San Millán de la Cogolla, monasterio que contaba desde centurias anteriores con una famosa biblioteca y un conocido scriptorium. San Millán se encuentra en La Rioja, región que tenía una “situación estratégica, de paso entre la región montañosa de Navarra y el valle del Ebro, y, a la vez, entre Castilla y Aragón” con fuertes influencias vascas desde el año 923, fecha en que León y Navarra se unen contra los musulmanes, y con asentamientos mozárabes desde el s. VII que dan a la zona una fisonomía especial en que se mezclan distintos pueblos y distintas culturas, romana y vasca, que conviven perfectamente con la tradición visigoda anterior, en manos de los mozárabes. Esto ayudaría a entender una de las polémicas que suscita la interpretación de las glosas: la lengua en que están compuestas; para unos es aragonés, para otros un dialecto riojano y no falta quien ha defendido la hipótesis de una koiné (lengua común) que aglutinaba rasgos castellanos, aragoneses y riojanos, característicos de la peculiar situación, historia y evolución de la región que vio nacer estas glosas, La Rioja.